Una carrera es mucho más de las horas o minutos que corres desde la partida hasta la meta. Aunque es la parte que más se disfruta y/o se sufre, existe una etapa previa y otra posterior que también forma parte de la experiencia y, en ocasiones, alguna será más inolvidable que la otra. En mi caso, nunca olvidaré Andes Race, nuestra aventura inició antes de la partida.

Andes Race (AR) se desarrolla en el Cusco y llega, en su punto más alto, a 4500 metros de altitud. Paola entrevistó a Claudio Rodríguez, uno de los organizadores y después de ello fuimos los primeros motivados a inscribirnos. Lo hicimos y se nos vinieron sentimientos encontrados, serían 30 kilómetros y a la mayor altitud que hasta ahora habríamos corrido. ¿Estamos listos para tal desafío?

Aquí aplica un tip para el corredor que busca superarse: si te has propuesto hacer una carrera que te desafié, primero inscríbete, lo demás viene solo o… con esfuerzo. Así que comenzamos a prepararnos y aunque el tiempo no sobre y las ocupaciones no falten, nos debíamos esforzar para llegar preparados y no morir en el intento, y si moríamos por lo menos que sea sabiendo que dimos todo de nuestra parte.

Elegí Espartanos 360 para entrenar entre semana y los fondos de cada sábado. Paola también iba a Espartanos 360, pero una lesión en la rodilla la dejó fuera de las pistas y entrenamientos funcionales por varias semanas, así que le tocó descansar por varias semanas y luego fortalecer músculos en el gimnasio, asistir a su fisioterapia y correr esporádicamente. Las esperanzas de poder correr el Andes Race AR se redujeron muchísimo. No era momento de lamentarse, estábamos aun a dos meses de la carrera.

Un par de semanas antes, el equipo de Fisiathlon le confirmó a Paola que su lesión había casi desaparecido. Esa noche, ella me contó la buena noticia y con una sonrisa firme me dijo “quiero correr los 30 kilómetros”. Sabía que había una alta probabilidad que si corría su lesión saldría a la luz nuevamente y eso podía dejarla fuera varios meses otra vez; tomamos el riesgo, prometimos ir juntos y no tan rápido en las bajadas, “vamos para adelante”, dije.

A una semana del día AR. Viajamos de Lima a Cusco para aclimatar. Tip muy importante, si el lugar donde correrás está a una altitud considerable y no estás acostumbrado, viaja por los menos dos días antes; el corazón, la cabeza y todo tu cuerpito te lo agradecerá.

Todo iba de maravilla en los días previos, hicimos turismo, trekking y hasta corrimos una distancia corta. Cusco se presta para todo lo que tú quieras y elegimos vida sana.

Ya estando solo a un par de días de la carrera, comimos o tomamos algo que nos cayó mal, sospechamos que fue un emoliente de la calle. Ustedes dirán ¿a quién se le ocurre tomar un emoliente en la calle sabiendo que te enfrentarías a uno de los mayores retos de tu vida en un par de días? A nosotros, tremenda metida de pata. ¡Otro tip! ¡Cuida lo que comes antes de una carrera, no experimentes cosas nuevas!

A menos de 24 horas del día AR, Paola fue la primera que cayó, el viernes por la mañana se sentía fatal. Se estaba deshidratando y perdiendo energía vital que necesitaríamos en pocas horas. Se tomó varias pastillas y suero. Rogábamos que le hagan efecto. Mientras esto sucedía, yo tenía los mismos síntomas. Se nos escapaba el sueño de correr en las alturas de Cusco.

Viernes por la tarde, Paola se sentía mejor mientras que yo había empeorado, pasaba la mitad del tiempo en el baño y al parecer las pastillas aun no hacían efecto. Decidimos hablar en la madrugada con sinceridad sobre nuestro estado de salud, no podíamos arriesgarnos a correr enfermos pues nos podía ir peor. A las 8:00 pm nos fuimos a dormir.

Día AR. Sonó la alarma a las 3:00 am y nos alistamos para abordar el bus en la plaza San Francisco a las 4:00 am. Paola tenía el ánimo como para hacer un 100K, mientras que mi cara pálida estaba como para ir medio K a la farmacia, continuaba yendo al baño ¡La bicicleteada se adelantó al trailrunning! Fuera de bromas, me sentía mejor, pero no como para el AR, así que le dije a Pao, “subamos al bus y decidimos en Huacahuasi”, que era el punto de partida. Nos tomamos las pastillas que tocaban y salimos del hostal.

Día AR, 6:00 am. Ya en el bus, camino a Huacahuasi y recorriendo las zigzagueantes montañas cusqueñas, el rugir de mi estómago hacía el acompañamiento perfecto al motor de la van y en lugar de preguntarme cuál sería mi estrategia para afrontar la carrera, me preguntaba si correr no sería el peor error de mi aficionada historia de corredor. ¿Sería mejor abortar ahora que podía? ¿cómo me ayudarían si me ponía peor en la carrera? El tiempo para la decisión final se terminaba.

Día AR, 8:00 am. Llegamos al Lodge Huacahuasi, desde donde partiríamos. Comenzamos por registrarnos y preparar el equipo, verificar que llevamos la navaja, la bolsa térmica, el kit de primeros auxilios, los geles, agua, frutos secos, etc. Una vez preparados y con un pequeño desayuno, que casi no comí, me tocaba ir al baño.

Salí del baño del lodge y la situación no fue diferente a la última vez en Cusco; sin embargo, me sentía mejor, algo estaba pasando y no sé si era el efecto de las pastillas o mi sugestión para sentirme mejor y correr era más grande que mi malestar. Salí a encontrarme con Paola y le dije “me siento mejor, voy a correr”. Sabía que no lo haría de la misma forma como si estuviera totalmente sano, pero no me podía perder esta aventura.

Inicia la carrera

Día AR, 9:00 am ¡Y partimos! Comenzamos a recorrer el primer kilómetro, acordamos que iríamos juntos, para Paola sería difícil porque mi ritmo era más lento. Como sea, íbamos a recorrer esos 30 kms, ya habíamos hecho uno y todo sin novedad.

En el kilómetro 2 comenzó el ascenso y comencé a sufrir. Las fuerzas me abandonaban, iba lento a veces y otras más lento. Después de una subida que parecía imposible llegamos a los 8 kilómetros, a 4500 metros sobre el nivel del mar. Cuando llegué sentí que había coronado la montaña más alta del mundo. Era el hombre más feliz del planeta, lloré por cinco segundos (sí, los hombres también lloramos) y sonreí junto con los simpáticos pobladores que nos daban la bievenida a este punto. Le di gracias a Dios por dejarme vivir este momento.

Andes race
A 4500 metros, nos recibían estos pobladores con sus coloridos ponchos y sombreros. Un momento mágico.

El cuerpito, estómago incluido, se comenzaba a sentir mejor e iniciamos una bajada alucinante en la que los andes peruanos nos abrazaban. Ahora sí corríamos, ganábamos tiempo, corríamos juntos por los andes peruanos.

En el Kilómetro 20 llegamos a Pampacancha. Unos niños nos deseaban suerte en la ruta. Uno de ellos había hecho una corona con plantitas, se me aguaron los ojos, de nuevo. No podía creerlo, en la pobreza que viven, se las ingenian para regalarte algo, tienen un corazón hermoso.

Antes de llegar al kilómetro 26, el terreno se pone un poco difícil hasta que llegamos a la última subida. Hasta ese tramo de la carrera, noté la frustración de Paola por el ritmo que llevábamos, claro, no era el mejor, pero para mí era lo máximo estar ya acabando. Superamos el problema, lo hablamos, no podíamos molestarnos en plena carrera, sería fatal. Ojo, tip para los que corren en pareja, dejen claro cómo correrán desde el inicio, si cada uno va por su lado o si se acompañaran. Eso es clave.

¡Y llegamos a la última subida! Qué les puedo decir, llegar a la cumbre fue muy difícil pero al hacerlo me llené de energías y comenzamos a correr, ¡vamos por los últimos kilómetros, Pao!

No paramos, estamos cerca de los 30 km, pasamos a unos cuatro corredores y eso motivó nuestro sentido competitivo hasta que llegamos al km 30 y nada que veíamos la meta. ¿Qué pasó? ¿¡Dónde cojones está la meta!? Caballero, seguimos corriendo y ya estábamos en el km 32, al menos eso decía mi Garmin.

Hasta que llegando al 32.5 vemos la meta! ¡¡Bravo!! Llegamos emocionados y exhaustos, más yo que ella, nos abrazamos, abrazamos a los que teníamos en frente, abrazamos a Dios por darnos la fuerza de terminar una carrera que parecía interminable. Tenía una sensación increíble, creo que nunca antes experimentada, era la de una realización personal indescriptible. Daba gracias a Dios, a Paola y a todos los que de algún modo facilitaron que estuviera en ese momento.

Pese a ese emoliente que casi demolió nuestra carrera, logramos vencer no solo 30 km, sino 32.5 km y una ruta que hicimos juntos desde el inicio hasta el final, la primera competencia casi de la mano desde que empezamos a correr, no hay duda que nos unió más, como corredores y como pareja. Nos queda una moraleja, la carrera empieza muchas horas antes de cruzar la partida, hay que tener cuidado con lo que comes y lo que tomas.

Gracias a los organizadores de Andes Race, la experiencia fue inolvidable, desde el kilómetro cero hasta el final. A un mes de la carrera, pienso que no me perderé la versión 2020, si Dios lo permite.

Dejo este resumen de varios videos que hice en el trayecto. A seguir soñando, Runáticos, porque eso nos mantiene vivos y corriendo.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí